La dialogicidad: Esencia de la educación
como práctica de libertad
El diálogo es un fenómeno humano por el
cual se nos revela la palabra, de
la que podemos decir que es el diálogo
mismo. Por ello hay que buscar la palabra y sus elementos constitutivos.
Descubrimos así que no hay palabra verdadera que no sea una unión
inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis.
De ahí
que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo.
La palabra in auténtica no
puede transformar la realidad, pues privada de su dimensión activa, se transforma en palabrería, en mero verbalismo, palabra alienada y alienante, de la que no hay que esperar la denuncia del mundo, pues no posee compromiso al no haber acción.
Sin embargo, cuando la palabra hace exclusiva referencia a
la acción, se
convierte en activismo, minimiza
la reflexión, niega la praxis
verdadera e imposibilita el diálogo.
Los hombres no se hacen en el silencio,
sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.
El diálogo implica un encuentro de los hombres para la transformación del mundo, por lo que se convierte en una exigencia existencial.
Y no
podemos dejar de recordar que para Freire, la palabra tiene dos fases
constitutivas indisolubles: acción y reflexión. Ambas en relación dialéctica
establecen la praxis del proceso transformador.
La reflexión sin acción, se
reduce al verbalismo estéril y la acción sin reflexión es activismo.
La palabra
verdadera es la praxis, porque los hombres deben actuar en el mundo para
humanizarlo, transformarlo y liberarlo.
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